Necesito escribir…y no tengo
claro sobre qué. Pero necesito escribir.
La sensación me ha sorprendido
esta mañana esperando en la consulta del dentista. Tenía cita a las diez de la
mañana. Era el primero. No había nadie más citado a esa hora. A las diez menos dos
minutos entraba por la puerta de la consulta... para sentarme en la sala de
espera. He visto entrar de la calle a la dentista (o la dentisto o la dentiste…o
cómo se diga; lo último que pretendo es ofender a algún colectivo) a las diez y
siete minutos. Mal empezamos. Tras hojear tres apasionantes, a cuál más, revistas,
a las diez y veinticinco me hacían una radiografía y a las diez y media la
dentista (o la dentisto o la dentiste…o como se diga) estaba ya conmigo.
Mientras hurgaba en las entrañas de mi boca diciendo una y otra vez lo mal que
estaba aquello he estado reflexionando sobre la media hora de mi vida que me
habían hecho perder aquella mañana.
Si hay algo que todos los seres
humanos poseemos en propiedad y que nos iguala a todos, ricos y pobres, altos y
bajos, jóvenes y viejos, es el tiempo. Mi tiempo es mío y solo yo debo decidir
en qué invertirlo (nótese que no he dicho gastarlo). Además no sé cuánto tengo.
Solo sé del que ya he dispuesto, pero no sé cuánto tengo más, cuánto me queda.
Es mi bien más preciado. Sin tiempo no puedo considerar tener otras cosas
también muy importantes como puede ser el gozar de una buena salud, el amor de los
míos o el sentirme a gusto conmigo mismo. Entonces, ¿con qué derecho esta
mañana me han robado media hora de mi tan preciado bien, aunque éste solo haya sido uno de tantos ejemplos? ¿Por qué
constantemente se empeñan en robarme mi tiempo y hacérmelo gastar (nótese que
ahora no he dicho invertir) en menesteres que no quiero realizar?
Cada uno es libre de hacer con su
vida (y por ende, con su tiempo) lo que le plazca…siempre y cuando no influya
en la vida de los demás; o no influya al menos de un modo deliberadamente
negativo. Si yo quiero invertir mi tiempo en dar un paseo sin hacer nada más
que observar a la gente, escuchar el bucólico trinar de los pájaros o el insoportable
ruido de los motores de los coches o destrozar maltarareando el soniquete de una
“canción” veraniega que se me ha metido en la cabeza escuchando la radio, soy
libre para hacerlo. Eso sí, si mi “perdida” de tiempo influye en otros, mi
libertad se ha transformado en libertinaje. Según la RAE, libertinaje es el “desenfreno
en las obras o en las palabras”. Si tú obras de una forma desenfrenada, es
decir, que te entregas desordenadamente al vicio de perder tu tiempo y eso conlleva
el hacérselo perder a otro, estas obrando de forma libertina. Y eso no puede
permitirse.
El tiempo es un bien demasiado
preciado para no usarlo de forma adecuada. Cuando eres joven parece que tienes
todo el del mundo, aunque desgraciadamente no siempre es así. Cuando vas creciendo
el concepto “todo el del mundo” va tomado dimensión a pasos agigantados y vas
viendo que aún sin saber de cuánto dispones, sin duda ya posees mucho menos del
que te gustaría tener. Vas viendo que las cosas pasan muy deprisa y el único consuelo que te queda
es poder mirar atrás y poder decir de forma satisfecha: “He vivido plenamente”.
Y poder mirar adelante pensando: “Y lo que me quede lo pienso seguir viviendo plenamente”.
Por favor, no roben mi tiempo. Gracias.
Ha sido un placer invertir mi tiempo en leer este artículo y no quiero gastar más tiempo en alabarlo, aunque ciertamente lo merece, porque las alabanzas también son una perdida de tiempo. Lo importante es disfrutar del fondo porque el adorno se evapora pero el fondo queda como recuerdo de nuestros mejores tiempos.
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