Estamos viviendo una situación
extraña. Me cuesta convencer a mi cerebro que no ha pasado ni una semana desde
que se cerraron los colegios y apenas tres días desde nuestro confinamiento en
casa. Se empeña en hacerme creer que esta situación lleva años con nosotros. Sé
que es una sensación transitoria que desaparecerá en pocos días, en cuanto se
acostumbre, que lo hará, a la nueva situación.
Somos privilegiados. Es una frase
que me la habréis escuchado pronunciar en cientos de ocasiones. Hemos nacido en
el lado rico del mundo, mamá y yo tenemos trabajo, os podemos dar unos
estudios, irnos de vacaciones todos los años, podemos darnos algún capricho… En
fin, pertenecemos a esa minoría que, una vez que sobrevive, supervive.
Un día, de repente, empezamos a
oír que algo pasa en un país muy lejano, China…ni le prestamos atención. Al día
siguiente lo volvemos a oír, y al siguiente, y al siguiente…y poco a poco vamos
enterándonos de qué es lo que les pasa a los chinos, allí lejos, en China. Y nos
asombramos con su capacidad de reacción levantando hospitales en directo por
Internet en diez días. Y vemos que empieza algo de alarma general. Y nos
empezamos a familiarizar con una palabra, Coronavirus. Y empiezan las primeras
risas por WhatsApp. Y oímos que hay casos de contagios en Italia. Y pensamos
que eso aún está muy lejos. Y oímos que en España hay algún caso. Y…, y…, y… y
el final no lo sabemos, pero el presente sí.
Me habéis oído también hablar alguna
vez de Zygmunt Bauman. Si no os acordáis podéis preguntarle a cualquiera de mis
alumnos, que seguro que alguno lo recuerda. Este señor fue un sociólogo y
filósofo polaco que falleció hace pocos años y que acuñó el término “modernidad
líquida”. Se refería a ese término en contraposición a las realidades
sólidas en que vivíamos hasta hace pocos años. Fue a raíz, no del
nacimiento, sino de la democratización y expansión de Internet, que el mundo
nos cambió tal y como lo conocíamos. Las certezas que antes tenían unos
períodos de vida muy largos pueden verse afectadas y cambiadas en cuestión de
días, de horas. Las enciclopedias que solo hacían variar nuestras realidades
cuando llegaba a principios de año el representante de turno con el nuevo tomo,
han pasado a la historia por otras enciclopedias dinámicas, virtuales y que cualquiera
puede escribir con un simple teléfono móvil.
Me pregunto si, sin Internet,
ahora estaríamos confinados en casa. Y me respondo: pues seguramente no. Lo más
probable es que el maldito virus este, habría pasado por encima de nosotros sin
casi enterarnos, se habría llevado por delante a una parte de la población que,
desgraciadamente, nadie se hubiera extrañado por su muerte (personas mayores y
afectadas ya con diversas patologías) y el resto lo hubiéramos pasado, o no,
pensando que tenemos una gripe o un catarro “mal curao”. Internet y la era de
las comunicaciones, nos ha permitido actuar todos a una para intentar que este
virus mate y afecte al mínimo número de personas.
Pero bueno, a lo que voy,
queridos hijos. Os va a tocar vivir en una época de realidades cambiantes,
llena de incertidumbres, donde papá y mamá no van a estar ahí para sacaros las
castañas del fuego, donde seréis vosotros los papás y mamás que tendréis que
dar la misma seguridad a vuestros hijos que nosotros os damos, o al menos
intentamos daros.
Y, por suerte, jugaréis con una
ventaja. A los de mi época, ya sabéis que tengo treinta y diecinueve años y
que, aunque aún no seáis capaces de procesarlo, la edad es un estado mental y
no físico, todo esto nos ha venido de golpe. Nosotros vimos el nacimiento de
Internet, vimos cómo las enciclopedias de papel se llenaban de polvo, tuvimos
que aprender a usar el dedo sobre teclados sin teclas, a usar Twitter y
LinkedIn para poder cambiar de trabajo. ¡Gracias al cielo que no nos pilló la
época de ligar virtualmente… lo que os estáis perdiendo con eso!
A lo que voy es que vosotros veis
el modo social establecido que nos rodea como algo normal, ya que habéis nacido
con ello. Y que conste en acta, señor juez, que creo que esta sociedad en la
que nos movemos tiene más ventajas que desventajas…pero tenéis que andaros muy
listos. El poder cada vez más está en el pueblo. Eso, bajo mi punto de vista es
bueno, muy bueno. Permite sacar a la luz injusticias que de otro modo
permanecerían ocultas. Esperemos que una consecuencia de esto sea que al fin absolutamente
todos nuestros políticos sean en un futuro cercano realmente personas con
vocación de servicio público y no personas que se aferran a sus puestos como único modo de supervivencia laboral. El futuro del Gobierno Abierto que ya se
empieza a realizar por algunas instituciones de forma más o menos abierta y con
más o menos capa de maquillaje, está cada vez más cerca.
Me reconduzco en lo que os quiero
contar, que me pierdo por las ramas. En el futuro que os espera, vivirá,
sobrevivirá, supervivirá y triunfará el que mejor se adapte. Y cuando hablo de
triunfar no me refiero a tener grandes mansiones y yates o llegar a puestos
importantes en las empresas. No. Me refiero, simplemente, a ser feliz.
Sabéis que raramente os doy
soluciones a vuestros problemas. Me empeño en que las consigáis vosotros
llegando de forma razonada a ellas. Es cierto que os suelo dar argumentos
contrarios a lo que pensáis vosotros, pero eso no es más que una estrategia de
maduración, de crecimiento…debéis ser capaces de analizar y argumentar vuestras
decisiones. Esto hace que en ocasiones a veces os equivoquéis…pero no importa.
Es el momento de las equivocaciones y el aprendizaje mediante ellas. Si toda
equivocación lleva una reflexión de autocrítica posterior y personal, nunca
será una equivocación, será un aprendizaje. El razonar os hará libres. Os hará
ciudadanos responsables capaces de pensar por vosotros mismos, lo que os
evitará que de forma aborregada y llevados por el pánico actuéis de forma
inconsciente y sin rumbo.
La sociedad en la que vivimos es
una sociedad de oportunistas, entendiendo la palabra no de forma peyorativa
sino todo lo contrario. Hay más oportunidades y están más al alcance de la mano
de lo que nunca han estado. Pero son oportunidades volátiles, cambiantes. No
penséis hijos míos, que con tener una vez una buena idea ya vais a poder vivir
de ella. La sociedad va más rápido de lo que podemos imaginar. Según estéis
teniendo la idea y haciéndola visible al mundo, va a haber muchas personas que
la estén copiando y mejorando. Eso es lo que se llama innovar.
Innovar no es inventar cosas
nuevas que nunca han existido. Innovar es saber aprovechar lo que existe,
articularlo, verlo desde otro punto de vista y conseguir nuevas ventajas. Y eso
es algo que debéis acostumbraros a hacer de forma incansable para triunfar, es
decir, para ser felices. Eso os permitirá mantener vuestros trabajos o
conseguir otros que os llenen más. Eso os permitirá mantener encendida la llama
del amor con vuestras parejas (“qué cursi te pones, papá”). Eso os permitirá no
aburriros de vosotros mismos y os dará la sensación de ser seres libres, en
constante evolución, donde el único límite seréis vosotros mismos.
Mis queridos hijos, cuando algún
día, confío que dentro de muchísimos años tanto por mi parte como por la
vuestra, nos encontremos de nuevo en otra dimensión, espero que compartamos
entre risas, una cerveza bien fría y un platito de jamón, lo bien que os ha ido
en la vida, lo felices que habéis sido. Os aseguro que tanto papá como mamá
llevamos luchando por ello desde nueve meses antes de conoceros en persona.
Un besazo. Os quiere.
Nada mejor que aprovechar este intervalo temporal que tan difícil, como has dicho, se nos hace explicar para sentarnos a escribir, a pensar y a dedicar unas palabras a nuestros seres queridos. Este virus sin lugar a dudas nos ha hecho frenar tanta aceleración. Innovar, buscar oportunidades, seguir la ola de un presente que se disparaba al futuro más rápido de lo que duraba el mismo presente, nada de todo esto tiene sentido si no encontramos en todo este proceso evolutivo y temporal una base que permanezca constante, un eje sobre el cual todo gire. Ahora que hemos frenado nos hemos dado cuenta de donde estaba ese lugar. En tu caso, José Manuel, tus hijos. Todo aquello que da sentido y felicidad a nuestras vidas dura para siempre, es donde debemos construir nuestro hogar. Frenemos más a menudo para no alejarnos más de lo que nos importa.
ResponderEliminarGran texto. Me ha hecho pensar.
Gracias por tus palabras David. Ojalá fuéramos capaces de frenarnos más veces a pensar sin que situaciones externas nos obliguen de golpe a ello.
EliminarUno,que ya es abuelo, con 50 y 17 años y habiendo tenido que adaptarse a mayores novedades y sorpresas, te felicita porque no podría reflexionarlo mejor.
ResponderEliminarTus hijos, los mios y mi nieta quizás no lo aprecien pero cuando pasen los volátiles años espero y deseo que estén de acuerdo con la reflexión. Si es así podremos estar orgullosos porque habremos conseguido el objetivo que no es otro que las personas deben prevalecer ante todo y sobre todo.
Gracias Andrés. Hay cosas que solo se entienden con la experiencia, pero es nuestra obligación intentar explicárselas por anticipado...y ya irán aprendiendo; igual que nosotros continuamos haciéndolo.
ResponderEliminarCierto, la sociedad evoluciona tan rápido que los bebés de hoy verán a sus papás como nosotros veíamos a nuestros abuelos, así de distintos a ellos (o viceversa). Si bien nosotros con malabares heroicos aprendemos los trucos que podemos para mantenernos vigentes, las nuevas generaciones corren el peligro de quedarse inadecuados a edades cada vez menores. En sí, la habilidad de adaptarse probablemente sea la prioritaria en su formación. Hermosa carta JM. Gracias por compartirla. Un saludo al lado rico del mundo desde el rincón surrealista, México.
ResponderEliminarGracias por tus palabras Javier. Llevas toda la razón. Quizá hubiera que quitar en las escuelas alguna hora de lengua y matemáticas y dedicársela a otra asignatura que fuera adaptabilidad al medio. Mucho ánimo con ese México de tus amores que tantos surrealistas quebraderos de cabeza te da. Un abrazo.
ResponderEliminarEntrañable carta a tus hijos, a todos los hijos...que complicado es establecer la frontera entre dar autonomía y dar buenos consejos, no volcar la balanza, pero ahí vamos con valentía, amor y sentido común, no podemos hacer más, gracias por recordárnoslo Jose Manuel, abrazo.
ResponderEliminarEfectivamente Juan. ¡Cuánto cuesta mantener esa balanza equilibrada y no caer en el "porque yo lo digo"! Pero como tú bien dices, ahí vamos...seguimos aprendiendo...
EliminarUn abrazo.